Comenzamos la ruta en la plaza del pueblo de Salas, donde podemos ver un pequeño casco histórico realmente interesante.
Según salimos de pueblo, nos encontramos con una pomarada a la derecha, y como no podía ser de otro modo, disfrutamos de unas manzanas cogidas del árbol, que aunque de aspecto no eran muy apetecibles tenían un sabor exquisito, es decir, justo lo contrario de lo que te encuentras en las tiendas.
A la izquierda manzanas y a la derecha moras, motivo por el cual, a pesar de que ida y vuelta son 6 kilómetros, echamos casi 3 horas en recorrerlos.
La ruta es prácticamente llana y no hay pérdida ninguna, se atraviesan puentes antiguos y viejas minas, e incluso tiene fuente.
Aunque no tenga unas vistas espectaculares, siempre hay paisajes que merecen pararse un minuto y disfrutar de ellos y por unas horas olvidarse del asfalto.
Además aún reconociendo que no es la ruta más bonita que hemos hecho, en el monte siempre aparecen cosas que a los críos les encanta, en esta ocasión vimos una pequeña culebra.
Y hemos de reconocer que el final de la ruta, con la cascada al fondo, es un paraje muy muy bonito
De regreso, como es costumbre tomamos un piscolabis en una terraza muy prestosa y después de que los críos jugaran un poco en un parque cercano.
Fuimos hasta el cementerio de Salas, lugar donde se encuentra un par de tejos realmente admirables, el más grande de los dos tiene 800 años, y claro no todos los días se encuentra uno con un árbol que nació 300 años antes de que se descubriese América, sólo por esto la ruta merece la pena.
En resumen aunque no es una ruta impresionante, no deja de ser un muy buen plan para pasar un Domingo en contacto con la naturaleza, además desde Gijón a Salas no se tarda ni una hora, la ruta es corta y en coche al cementerio se tarda 5 minutos, por lo que se puede aprovechar para realizarla un Domingo que se nos haga un poco tarde y no tengamos mucho tiempo.